CRONICARIO CULTURAL
UN MOMOY EN LA PICADORA
Por: Jesús María “Chuma” Espinoza Marín
La última manifestación de Los Momoyes, en territorio Andino, específicamente
en el sitio La Picadora, un poco más arriba de Tuñame, jurisdicción del
Municipio Urdaneta del Estado Trujillo, sucedió durante los últimos
días del mes de marzo del año 2.011. Esta extraordinaria versión que
certifica su aparición, se extendió por todos los confines, causando
asombró entre nuestros habitantes, mas aún por la carga de creatividad o
inventiva popular de quienes multiplicaron la versión. Ante esta
magnífica realidad, en medio de largos días lluviosos, venteados y muy
fríos, nos dedicamos a elaborar esta nota que aumentará las ya creadas
acerca de la existencia y aparición de nuestros Momoyes Trujillanos.
Cuentan que en medio de la brisa paramera: “caminaban presurosos
cinco Momoyes, procedentes del Picacho, donde viven en las cristalinas
aguas de la Laguna La Teta. Deambulaban en busca del miche Sanjonero, el
cual está muy escaso, quizás porque ya nadie lo elabora y para ellos,
es imprescindible para soportar las jornadas parameras. Dicen que un
Momoy se distrajo, mientras se detuvo para orinar y meterse una pella de
chimó, sus homólogos se alejaron sin dejar rastro y el Momoy se quedó
solitario en medio de la neblina. Algún poblador lo divisó y comenzó a
seguirlo. El Momoy acosado, se sintió débil y de repente se sintió
atrapado. Dicen que quién lo agarró, lo introdujo en una jaula,
conducida de inmediato hacia una vivienda, donde algunos comenzaron a
detallarlo. Era un hombre de unos cuarenta centímetros de alto, con
barba blanca y larga, con un sombrero grande, uñas largas y puntiagudas,
pantalón oscuro y dientes ennegrecidos. Sus arrugas impedían detallar
si sonreía o estaba asustado. Calzaba unas pequeñas botas y un cinturón
que brillaban como el oro. Cuentan que no pronunciaba palabras, solo
producía ruidos extraños. Desde el momento de su captura, la lluvia se
hizo presente. Todos los confines fueron marcados por las aguas
parameras. El ambiente se oscureció, mientras truenos y rayos
determinaban el curso de las horas. En el interior de la vivienda, una
mujer, dos niños y un hombre, miraban estupefactos su galardón
enjaulado. Preguntaban infinidad de cosas pero nadie respondía, mientras
la niña asustada se refugiaba entre la figura de su madre.
La
noticia del Momoy atrapado en La Picadora, recorrió todo el vecindario y
de inmediato muchos vecinos acudieron a comprobar su existencia. Al
transcurrir de los días, cuentan que pagaban dinero para verlo, mientras
otros comentaban que ya no estaba. Al parecer se hacía visible e
invisible. Pasadas las horas, solo la dama pudo calmarlo de sus extraños
sonidos. Dicen que ésta le ofreció alimentos y el Momoy accedió,
comiéndose cinco kilogramos de queso con arepas de trigo. El Momoy
rompiendo todas las reglas existentes, confesó que su edad era de 600
años y que si no lo liberaban rápido, todos sus familiares de la Estirpe
milenaria de Los Momoyes, vendrían a buscarlo, y que juntando todas las
fuerzas de las aguas, esos territorios que integran Las Mesitas,
Niquitao, Tuñame, La Quebrada y Boconó, desaparecerían ante la
arremetida de las aguas enfurecidas. Por eso tanta y tanta lluvia en
todos los confines.
Finalmente, muchos curiosos llegaron a La
Picadora, comprobando que el Momoy había sido trasladado a Las Mesitas
de Niquitao para entregárselo al Sacerdote, quien lo condujo hasta una
cueva y allí procedió a liberarlo. Sin embargo, quince días después,
continúan las lluvias, arrasando con todo, desbordándose las aguas de
los ríos y quebradas y sembrando el terror a lo largo y ancho del
territorio. Muchos comentan que es la furia de Los Momoyes, quienes
siguen presentes entre frases y oraciones”.
A esta versión,
sumamos la diversidad de situaciones que nuestra gente agregó para
asombro de muchos. También circularon algunas fotografías muy curiosas,
según extraídas de las páginas web, se publicaron algunas notas de
prensa y se divulgaron informaciones a través de la radio. Lo cierto del
caso es que tenemos una clara y reciente manifestación de los Momoyes,
los cuales son criaturas diminutas, considerados como los Espíritus del
Agua, los cuales aparecen en lagunas, ríos, quebradas y ojos de agua, a
lo largo y ancho de la geografía andina. Dicen que habitan esos espacios
encantados, justo en las profundidades de las aguas, donde conservan
sus tesoros de Oro. Algunos parameros logran verlos pero de repente se
hacen invisibles y traviesos. Ríen y cantan sin parar, ofrecen su
musicalidad de violines, y hasta se alborotan en medio de la lluvia y
se convierten en Cuidanderos del Páramo Andino, al igual que Los
Mucujoes de Timotes. Estamos convencidos que Los Momoyes no hablan,
porque se comunican por señas y por lo “jalones” que producen. Y cuando
esto sucede, muchos se desmayan y cuando vuelven en sí, comprobamos que
están méndigos, es decir, “despojados del espíritu” y como idos de la
realidad.
Como estudiosos de la mitología indígena, de sus
manifestaciones impresionantes, pensamos que los andinos convivimos con
Los Momoyes pero que alguien logré atrapar alguno de esos seres, es
imposible, porque eso marcaría el final de su historia milenaria y la
magia de la mitología andina. Por su naturaleza sobrenatural, es
imposible tenerlos a nuestro alcance, simplemente aparecen y desaparecen
y si creemos en nuestros Dioses Indígenas Arco y Arca, aprendemos a
sentirlos y ofrecemos permanentes ofrendas para calmarlos y para
garantizar que cuiden amigables nuestros páramos, sus aguas, sus
humedales y el impresionante paisaje andino. El Momoy en La Picadora,
seguirá siendo un misterio extraordinario, con sus miles de historias
que la tradición oral mantendrá, repletos de mágica belleza, y
representando nuestro legado indígena. Y sino crees, pregunta en Boconó a
Doña Lourdes Dubuc de Isea, o al Profesor Ovidio Marín, o a nuestros
campesinos Andinos, quienes exclamarán convencidos: “Están disueltos en
el aire… Viven de pie en el piso de las creencias más arraigadas y
antiguas. Son espíritus de las aguas de las lagunas que retratan cielos y
soles, nubes y estrellas, mansos líquidos a los cuales protegen con
labores contantes. Vienen de lejos, de muy lejos de los tiempos de los
Cuicas y aún de antes, de la remota edad inmemorial de los ruidos.
Tutelan los cultivos, los bosques, los animales que tienen libertad. De
vez en cuando se aparecen a las miradas más puras, para mostrar la magia
de su presencia en la cita confinada en la zona de la leyenda en donde
se los figura pequeños, ágiles, con largas barbas, tocados con enormes
sombreros; a pesar del tamaño tienen huellas gigantes en el curso de la
cultura popular… A pesar de su talento bondadoso se tornan irascibles
cuando el empeño humano busca llevarles la contraria dañando la paz de
la naturaleza, perturbando los espejos de las aguas, dispersando el
vuelo de las aves o atajando la carrera de los cuadrúpedos: reaccionan
haciendo llover por demás, creando diluvios sobre puntos específicos que
abultan los ríos para que salgan de su curso; logrando que las
quebradas se vuelvan ebrias y avancen por fuera de sus cauces y que los
zanjones revienten los canales que los contienen y echen por los lugares
aledaños ampliando el dominio de la furia. Son los Momoyes, los
espíritus tutelares del pueblo Trujillano, que en veces asumen, en las
manos de los artistas mas limpios, las formas de la piedra o de la
madera. Una leyenda que está en la plenitud de lo antiguo; raíz para
comprender lo que suscita respeto por las señales de un ayer que no ha
sido vencido de un todo y que sirve para afirmar el viento del pasado y
entender la silueta de todos los porvenires. Los Momoyes se emplazan en
la realidad de las circunstancias. Es una firme creencia en la cual se
conmemoran y encuentran con los ancestros Cuicas, con el firme respeto a
lo que es herencia”.
(Veáse: Ovidio, Marín. Cuentos de Momoy.
Hoy, Mañana y Siempre. 2001; Y Lourdes, Dubuc de Isea. Del Imaginario
Popular. Palabra y Memoria Colectiva. 2007)
JESUS MARIA “CHUMA” ESPINOZA MARIN
Timotes, abril de 2011
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